El pasado jueves, al acudir a la
terapia de grupo semanal a la que asisto desde hace unos meses en el CSM de
Hortaleza, nuestro psiquiatra nos informó de la convocatoria de la celebración
del “Día del orgullo loco” prevista para el domingo 20 de Mayo, en varios
puntos de la geografía española. Una jornada que pretende reivindicar una serie
de derechos del colectivo de las personas aquejadas de problemáticas relativas
a la salud mental y tratar de sensibilizar a la sociedad combatiendo los
prejuicios y la discriminación a la que muchas veces se ven sometidas las
personas que sufren este tipo de trastornos.
Teniendo en cuenta que sus
reivindicaciones me parecen justas y necesarias, no puedo sentir otra cosa que
rechazo por esa jornada, más en concreto por el lema elegido para su
convocatoria, pues creo realmente un despropósito intentar combatir un estigma,
utilizando el mismo lenguaje que atenta contra la dignidad de estas personas a
las que se trata de incluir.
Tratando de hacer un símil con la
celebración del orgullo gay, me pregunto que nos parecería si su lema hubiese
sido el día del orgullo marica, palabra despectiva con la que se designa a
personas con una orientación homosexual en sus elecciones de pareja. Creo que
simplemente nos hubiera parecido inaceptable.
Creo que los términos en los que
hablamos, en los que nombramos las cosas, tienen consecuencias, muchas veces a
nivel inconsciente, sobre la realidad que tratamos de abordar o cambiar.
Si nos vamos al significado del
término loco en el diccionario, nos encontramos las siguientes acepciones:
Persona que ha perdido total o parcialmente la razón, que tiene poco juicio o
entendimiento, considerado como imprudente, irreflexivo o desatinado, demente.
Se dice de cualquier dispositivo o artefacto que funciona sin control.
También encontramos el término
locura: acción insensata o imprudente que realiza una persona de forma
temeraria, desequilibrio mental, insensatez, disparate etc.
Si aspiramos a poder tomar
decisiones que afecten a nuestra vida, a nuestro tratamiento, a tener derechos
que no sean pisoteados en los ingresos hospitalarios, si aspiramos a luchar
contra el estigma de la enfermedad mental y contra la discriminación social, no
podemos partir de una palabra que atente contra nuestra dignidad. Una palabra
que apunta justamente a un infantilismo, a una incapacidad de tomar decisiones
correctas, a una falta de control sobre la razón, y que han llevado al discurso
médico a negarnos derechos básicos que cualquier otro paciente de cualquier
otra especialidad, tiene y puede ejercer.
No se puede luchar contra el estigma desde el
estigma, la palabra loco o locura debería poco a poco desaparecer de nuestro
discurso y relegarla como un vestigio del pasado.
Las palabras nos determinan, como
decía el gran Jacques Lacan “el significante juega y gana”, no podemos permitir
perder esta batalla por un mal uso del lenguaje.
Delirar no es estar loco, y en
esto soy muy freudiana, puesto que como nos dice Sigmund Freud, el delirio es
un intento de curación, es la respuesta posible que el sujeto inventa ante un
exceso vivido, ante una situación que le sobrepasa y el sujeto no tiene
recursos simbólicos para abordar. Dentro del delirio se esconde una verdad, la
verdad de un sujeto, no es la literalidad de la materia delirante a lo que me
refiero, sino que apunta a unas coordenadas subjetivas que hay que abordar.
Mi psiquiatra me dice que la
angustia se puede convertir en cualquier cosa y en este sentido la angustia nos
iguala a todos, sólo que cada sujeto según su estructura hará con esa angustia
un síntoma u otra dentro de sus posibilidades y recursos.
Las personas con enfermedad
mental no somos locos, somos sujetos que sufren, algunas veces deliramos, pero
no es algo que elegimos simplemente nos ocurre y tenemos que hacer, en la
mayoría de los casos, un camino arduo y un esfuerzo titánico para sostenernos
en la vida.
Llamar a alguien loco, es
anularle como persona, anular su capacidad de juicio y entendimiento por la
enfermedad que padece.
Aceptar el término locura implica
algo perverso, implica una división de las aguas entre los que están locos y lo
que no lo están, esto es entre locura y normalidad. Pero la normalidad no
existe, es un invento que habla de las capacidades de alguien para adaptarse a
este mundo injusto y desalmado en el que habitamos, y a mí esto cada vez más me
parece alejado de la virtud.
Desde luego yo no voy a celebrar
ningún orgullo loco, querría celebrar sin duda una jornada por la dignidad de
las personas con enfermedad o trastorno mental, esta palabra sin duda me
representaría, porque creo que es justo ahí donde hay que ceñir la cuestión,
darnos dignidad. Dignidad es justicia, es reconocernos como sujetos de pleno
derecho que somos, en igualdad de condiciones que el resto de la sociedad.
S.G.E.
¡Enhorabuena por la crítica! Estoy bastante de acuerdo en lo que planteas respecto al lenguaje. Ya lo comentaremos tranquilamente.
ResponderEliminarÁ.